Hoy nos hemos levantado a las siete menos cuarto para ir a la residencia, para ver como era la rutina de cada día. Una vez hemos llegado allí los ancianos ya estaban casi todos levantados, una vez todos estaban despiertos hemos empezado hacer las tareas: hacer las camas, limpiar los orinales, darles el desayuno, hemos ido con un par de ellos hasta la plaza dando un paseo, ducharlos y para finalizar darles la comida.

Nos hemos dado cuenta que hacen todo lo que pueden por falta de personal y de ingresos. Por ejemplo a la hora de la ducha lo tienen que hacer solo una chica y hoy, por ejemplo, lo hemos hecho entre cuatro y ya costaba levantar al usuario, y me he dado cuenta que las dos chicas que están trabajando allí hacen un trabajo increíble, ya que todo el trabajo que hemos hecho hoy entre los ocho ellas lo hacen entre dos.

Los ancianos y las dos chicas están muy agradecidos de que estemos allí ayudando en todo lo que podemos. La gente del pueblo nos agradece mucho lo que estamos haciendo y nos tratan muy bien y eso nos hace que podamos sentirnos como en casa.

Neus Pozuelo